En primer lugar les pido disculpas por escribir bajo un pseudónimo pero sinceramente no deseo publicidad ni entrar en polémicas individuales inútiles. El propósito de traducir y editar esta fatwa del maestro shaafi’ malayo Shayj Mohammad al-Afifi no ha sido otro que aportar luz sobre las enseñanzas tradicionales islámicas, que en lo posible redunde en la descalificación colectiva de los criminales que se amparan bajo una moderna y por tanto falsa normativa islámica, aquella que es propia de los ignorantes que no tienen el menor respeto ni conocimiento del fiqh o derecho islámico tradicional, y por lo tanto – mal que les pese a muchos - el conocimiento ortodoxo de
Los principios básicos expuestos en la fatwa son muy interesantes por que hasta la fecha tenían escasa divulgación escrita en la lengua española. La fatwa se hace un tanto pesada de leer como no podía ser de otra forma tratándose en definitiva de un texto jurídico, pero el esfuerzo empleado nos compensará con una enorme caudal de valiosos conocimientos sobre el auténtico Islam, el Islam tradicional. El derecho de guerra islámico - curiosamente – se genera ya en tiempos de los Compañeros del Santo Profeta y todavía hoy se nos muestra en todo su esplendor de sabiduría universal y extemporánea. Podríamos afirmar sin temor a equivocarnos que realmente toda la legislación actual sobre los derechos de los combatientes y de los no combatientes así como los códigos de la caballerosidad y del honor en el ejercicio de la milicia hunde sus raíces en el derecho islámico sobre la guerra que emerge en los albores de la civilización musulmana.
Permítanme recordar la máxima jurídica islámica que califica a la guerra como una solución excepcional solo válida cuando un acuerdo -aunque sea parcial- resulta definitiva y honestamente imposible y que aún en este caso su duración ha de limitarse al mínimo período de tiempo posible, que la guerra debe concluir al aparecer los menores síntomas que indiquen que su vigencia es prescindible y que ha de ser considerada en todo momento como un medio cuando fracasan todos los otros medios y nunca, en ningún caso, como un fin.
La lectura de la fatwa nos revelará razones que se hallan profundamente asentadas en el corazón de todo ser humano digno de tal nombre. En realidad el derecho islámico sobre esta materia coincide plenamente con el pensamiento general del hombre de bien respecto a la guerra, el terrorismo y la violencia cuando a éste se le permite reflexionar sin intoxicaciones, prejuicios mentales o demagogias mediáticas.
El hombre en su sano juicio no desea la guerra aunque tampoco puede pretenderse que se cruce de brazos ante su propia aniquilación. En concreto, el sentir de los musulmanes españoles respecto a este asunto nos parece que ha sido brillantemente resumido en la frase siguiente, obra de uno de nuestros duetos cómicos favoritos: “Si hay que ir se va… pero ir pa ná, pa ná, es tontería”. Esta misma frase nos puede valer también para reflejar el estado de ánimo de la inmensa mayoría de los 1.500 millones de practicantes con los que actualmente cuenta el Islam. Los violentos, los transgresores, excomulgados o todavía no, son una ínfima minoría que no cuenta con el apoyo de las normas del derecho islámico tradicional, que tan solo requiere de leves adaptaciones a las circunstancias actuales para ser plenamente operativo si tan solo se devolviera el prestigio y la jerarquía que la modernidad ha retirado a los Ulamás del fiqh islámico tradicional.
La máxima “si hay que ir se va… pero ir pa ná, es tontería” no solo resume el estado de ánimo del hombre equilibrado, sea este un Quijote en sus momentos de lucidez o un pragmático Sancho Panza. También refleja la esterilidad de la lucha armada para la consecución de los objetivos políticos (que no religiosos) de los países en muchos casos mal denominados “islámicos”. La aterradora y extravagante superioridad militar de los países occidentales hace de este recurso y de esta carrera por el liderazgo de la fuerza, un inalcanzable imposible. En nuestros días el esfuerzo o yihad debe encaminarse hacia la cultura, la persuasión por la verdad y el razonamiento, el legítimo recurso a los tribunales y a la superioridad de la ética, que antes o después triunfarán sobre esta civilización de los resultados que pronto descubrirá no tan solo que el fin no justifica los medios en ninguna circunstancia, si no que los medios deshonestos no logran finalmente los fines que se querían alcanzar…
Es una sabiduría oculta que las riendas del mundo moderno y post-moderno no se hallen en las manos de los musulmanes. Cargar con tal responsabilidad no es precisamente un regalo del cielo. El ciclo de esta humanidad irá completándose irremediablemente según establece la sabiduría tradicional - según nosotros creemos bajo nuestra responsabilidad y conscientes de poder estar en un error - y tras una [relativamente] breve época de inversión de valores, de decadencia y de reinado del materialismo y del individualismo junto a todas sus consecuencias, volverá un tiempo de restauración de los principios inmutables de honor y de la justicia para toda
Finalmente, uno no puede si no regocijarse de que un Ulamá de la capacidad del Sehij Mohammad al-Afifi haya sido tan estricto con los musulmanes al recordarles los principios sagrados de su propia Ley prescindiendo de habilitarles excusas por el comportamiento de sus enemigos. Con ello no hace si no repetir la enseñanza del Profeta Mohammad (saws), de los primeros Califas y de sus Compañeros, negándose a secundar los razonamientos modernistas sobre el asunto de los ataques suicidas y el uso indiscriminado de la violencia. El respeto, el honor, la caballerosidad, la nobleza no son categorías negociables a cambio de un éxito pasajero en este mundo más o menos a nuestro alcance. Tanto al corto como al largo plazo, el comportamiento más ético otorga la victoria, algo que el hombre moderno que no cree en valores superiores, es incapaz de entender. Los modernos atentados terroristas, además de ser algo desconocido en el mundo islámico hasta muy recientes fechas, no solo no han aportado ningún éxito a esta uhmma, si no que la degradan al tiempo que degradan sus principios fundamentales y la llevan de cabeza a una profunda des-islamización de los creyentes. Su principal logro es proporcionar argumentos a los que odian el Islam con los que justificar sus ataques y conseguir una idea estereotipada absolutamente negativa de las verdaderas creencias musulmanas, que en realidad son diametralmente opuestas. Flaco favor pues, nos brindan estos adalides de la ignorancia y la violencia.
Repasando las noticias internacionales hay que reconocer que bajo el epígrafe de “matanza de civiles” realmente la mayoría de los verdugos no pertenecen al mundo islámico a pesar de la innegable existencia y actividad de grupos violentos auto-denominados islámicos. Curiosamente el ejército de los EEUU.,
Y Allâh sabe más.
Profesor Rhamánicus
España, a 24 de julio de 2008
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